Imagina que estás en un avión volando a Nueva York. Una vez que te sientas en el avión, piensas: "Tengo que sentarme aquí durante seis horas antes de llegar". Sentado en el avión, sólo piensas en Nueva York, y no puedes vivir los momentos que se te ofrecen ahora. Pero es posible que camines hacia el avión de tal manera que disfrutes de cada paso. No es necesario que llegues a Nueva York para estar tranquilo y feliz. Mientras caminas hacia el avión, cada paso te trae felicidad, y llegas en cada momento. Llegar significa llegar a algún lugar. Cuando practicas la meditación a pie, llegas en cada momento, llegas al destino de la vida. El momento presente es un destino. Respirando, doy un paso y otro paso, y me digo a mí mismo: "He llegado, he llegado".

"He llegado" es nuestra práctica cotidiana. Cuando inhalas, te refugias en tu respiración y dices: "He llegado". Cuando das un paso, te refugias en tu andar y dices: "He llegado". Esto no es una declaración para ti o para otra persona. "He llegado" significa que he dejado de correr. He llegado al momento presente, porque sólo el momento presente contiene vida. Cuando respiro y me refugio en mi respiración, toco la vida profundamente. Cuando doy un paso y me refugio por completo en mi paso, también toco la vida profundamente y, al hacerlo, dejo de correr. Dejar de correr es una práctica muy importante. Hemos estado corriendo toda nuestra vida. Creemos que la paz, la felicidad y el éxito están presentes en algún otro lugar y momento. No sabemos que todo -la paz, la felicidad y la estabilidad-, debe buscarse en el aquí y en el ahora. Ésta es la dirección de la vida: la intersección del aquí y el ahora.